Martín repasa con los ojos la línea de escote del vestido de novia y nota que le falta el aire: las tetas de su futura mujer son diminutas. ¿Por qué no se había fijado antes?
Marta le mira de la forma en que se mira hacia el futuro cuando el futuro promete. Pero él no le ha prometido nada. No todavía. O quizás sí lo ha hecho. ¿No es esa la razón por la que están aquí? Traga saliva, coge más aire y lo suelta, nota cómo una fría gota de sudor le recorre la espalda. Marta le mira, instigadora, mientras el cura sigue con su perorata. No lleva micrófono, hay eco, retumba, no se entiende nada, sus palabras se mezclan con la canción de fondo. Es una versión a piano de Don’t stop me now, de Queen. La eligieron entre los dos, a ella se le ocurrió y él dio visto bueno. Su novia se lo consulta todo, le hace partícipe, le demanda colaboración. Como ahora: su mirada voraz le está gritando que viva el momento presente, que esté aquí con ella, su sensibilidad monstruosa exige respuesta. Y él suele darla. Pero este día, en este momento, le falta el aire. Las putas tetas de su novia son minúsculas y está a punto de aceptarlas para siempre. No está seguro de que pueda soportarlo. Desvía la mirada. En la primera bancada, su madre sonríe con lágrimas en los ojos, cruzando los brazos debajo del pecho, su pecho grande como el cielo abierto, su escote voluptuoso, sus tetas repletas de leche densa, sabrosa y tibia. Saliva.
Martín vive con su madre, o lo hacía hasta el día de hoy. Siempre han tenido una relación especial, y ha estirado todo lo posible el tiempo de no-convivencia con Marta, pero la boda marca un límite infranqueable. Es hora de dejar el nido, pequeño Martín. Y aun así, no se ve capaz de dejar el hábito mantenido durante treinta y dos años.
La gota de sudor recorre la línea que separa sus nalgas, Martín vuelve a mirar a su prometida, pero en realidad no la está viendo a ella; se relame recreando mentalmente la imagen del pezón amarronado de su madre rezumando leche agria, su boca succionadora llena de carne, Marta le mira y el cura habla, chupchup-chupchup, don’t stop me now, chupchup, I'm a rocket ship on my way to Mars on a collision course.