Estoy cenando con mis padres en el restaurante chino más grasiento del barrio, celebrando sus bodas de plata, y estoy completamente borracha. Engullo pollo al limón y cerveza caliente como los osos panda engullen bambú: les sienta fatal pero no pueden parar. No importa. A partir de la tercera caña ya me da todo igual y llevo siete. No sé porqué sigo viniendo, porqué sigo respondiendo SÍ, secuestrada por el sentimiento del deber y la impotencia que no se borran por muchos años que me pasen por encima. Pero da igual. Un coche pisa un charco a nuestro lado, salpica, me empapa los pantalones y la camisa de flores. Pero también lleva las ventanillas bajadas y la música alta. Me gusta esta canción. Dejándome llevar por el mareo me pongo en pie y la bailo encima la silla de plástico dando palmas. Mi padre también va borracho pero le da vergüenza. Le doy vergüenza. Que le jodan. A mí también me daba vergüenza actuar en público como si no se hubiera pasado mis años de colegio cogiéndome de los pelos y metiéndome la cara en el agua del váter. Ya no hay conversación y si la hay no me entero de nada. Me bebo lo que me queda de un solo trago. Mi madre llama a gritos a la camarera para que le traiga un café. ¿Es que tiene algún sentido beberse un litro de café granizado a la una de la madrugada para irse a dormir? Pero me da igual. Me da todo exactamente igual, todo está donde debe estar, las moscas dándose un festín con los restos de la ensalada china y yo aquí, rindiéndome al mundo real, permitiéndome claudicar: hace muchos años pensaba que tenía escapatoria. Pero no puedo huir por mucho que corra, así que desisto. Los gritos de mi padre pidiendo la cuenta se solapan con los de mi madre. Hace un total de cinco minutos que la pidió por primera vez y es inadmisible que todavía no esté aquí. Me doy la vuelta y miro atrás, hacia una pareja de chavales que se están fumando un cigarro en la mesa de al lado. Me planteo si pedirles uno y volver a fumar después de seis años. Porque da igual, da todo igual. Fumar o no fumar, qué más da. Cuando me giro veo que un camarero ha traído la cuenta. Mi padre ha dejado de gritar, ha guardado la tarjeta y está envolviendo la vajilla sucia con servilletas de papel. Dice que se la lleva, que la ha pagado y que es suya. Los vecinos se van. Perdí mi oportunidad. Quizás esté destinada a ser una persona no fumadora. Mi padre está intentando meter los cinco platos en el bolso de mi madre y lo está dejando todo perdido. El bolso está chorreando, sus brazos están chorreando de aceite de pollo al limón. Siento cómo mi vagina expulsa un coágulo. Si ahora mismo descubriera que estoy embarazada, me metería los dedos en la garganta y vomitaría al feto. Creo que es lo único que me importa, lo único que no me daría igual ahora mismo sería saberme culpable de traer a un nuevo ser humano a este espectáculo circense y hacerle creer que es normal y que está bien. Mi padre ha terminado de robar la vajilla. Cierra la cremallera del bolso y dice que corramos. Mi madre se levanta y se tropieza, casi se cae al suelo pero los tres salimos corriendo, conmigo a la cabeza porque me da igual, me da todo completamente igual. Durante la carrera siento náuseas pero no dejo de correr. Caigo en la cuenta de que un feto no se puede vomitar a no ser que te lo hayas comido antes: no estaría en ese conducto. Pero la idea de vomitarlo tiene más fuerza poética. Mis padres se han quedado atrás al doblar la esquina, nadie nos persigue exigiendo los platos de vuelta, pero yo sigo corriendo porque voy como las grecas y me da el aire en la cara, corro igual que corría camino a casa al salir de la discotecas pisando cristales rotos como si fueran nubes sin sentir nada, porque me da igual, me da todo igual, me da todo tan igual como me lo daba entonces, cuando robaba todas las copas que me habían costado más de diez euros, me las metía en el bolso y lo dejaba todo perdido. Porque, a quince euros la copa, las había pagado. Las había pagado y eran mías.
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Texto publicado en el nº #1 de la revista literaria Digopalabra.txt: website link
Me encanta! He sentido tristeza, náuseas, un poco de ansiedad y mareo, leyéndolo. 👏