Cuando destripo pescado he de ser cuidadosa. Quitar la piel y las entrañas y los restos de las entrañas y las espinas, todas. Arrancar la cabeza de la panga o de la sardina o del lenguado si es día de fiesta, sujetar con la otra mano el filete blanco para separar el espinazo de una sola vez, que no se rompa porque si se rompe es fácil que queden espinas, y no he de dejar ninguna. He de revisar minuciosamente los laterales del pez, las zonas cercanas a la cabeza, pasar el dedo para detectar pequeñas espinas que hayan podido pasarme desapercibidas. Son del mismo color que la carne y es difícil, es un proceso pesado. Pero no ha de quedar una sola espina porque si al comerse el pesado se encuentra una espina en la boca será peor.
Después de limpiar el pescado he de limpiar la cocina, con un trapo húmedo primero, luego con desinfectante y lejía, no han de quedar bacterias, ni una, y luego secar el banco con la servilleta. Después de estas sardinas he de coserle un botón a una de sus camisas. He de coserlo bien, ni muy arriba ni muy abajo, con un hilo del mismo color, del grosor justo, bien sujeto porque si no lo coses bien se me va a caer y voy a parecer un indigente me cago en dios. A veces no encuentro en la mercería el tipo de hilo que necesito y si eso pasa he de coger un autobús al pueblo de al lado, y tardo varias horas para esa tontería, pero no es ninguna tontería porque si no está bien cosido será peor.
Luego he de cambiar las sábanas, y lavar las sucias y colgarlas antes de que se vaya el sol, para que estén secas y guardadas cuando vuelva, porque no le gusta llegar y que esté todo por medio, y si está todo por medio será peor, y si es invierno y el sol se va pronto y siguen húmedas por la noche y no puedo hacer otra cosa que dejarlas tendidas porque si no huelen a humedad, si pasa eso me callo porque si chisto será peor, y si está todo por medio y soy una gandula y no tengo otra puta cosa que hacer por la mañana y cuando llego está toda la casa hecha un desastre y derrochadora que no haces más que gastar, ladrona gandula de mierda de los cojones que no sabes hacer nada, no lloro porque si lloro es peor.
Así que me doy prisa con la última sardina y reviso cuidadosamente los laterales del lomo por si hubiera alguna espina pequeñita o no tan pequeñita del mismo color que la carne que pasara desapercibida y estuviera bien afilada y se la tragara y se le quedara en la garganta y se atragantara con ella y se quedase en el sitio y yo no podría evitarlo porque no sé hacer esa maniobra que se hace cuando la gente se ahoga. Porque yo no sé hacer nada.